Poné primera

La forma en que se relacionan hombres y mujeres ha cambiado. Es un hecho. Lo que sí es opinable es si este cambio ha sido positivo, o si ha deteriorado la manera en que nos vinculamos unos con otros. Muchos creen que el rol de la mujer ha sido elevado a su lugar correspondiente, dado que las mujeres podemos estudiar, trabajar, vivir solas, viajar y, por sobre todo, elegir. Pero muchos otros no terminamos de convencernos. Los roles se confunden, se ve mucha angustia y soledad entre los jóvenes, ya no hay códigos aceptados. Todo vale pero, en esta postura que idolatra al relativismo, nada tiene sentido. No realmente.

pareja

Una cosa que me llama la atención es la pérdida de la seducción. No me refiero al impostor con que hemos reemplazado el coqueteo, una sinécdoque en la cual la mujer ha perdido, gracias a sus propias actitudes, su carácter de persona. Y así pasa a ser una simple suma de partes: ojos, cabello, pechos, piernas. Detrás del absoluto ostentar del cuerpo –irónico, en un mundo que rinde pleitesía al relativismo– la persona se desdibuja.

El ser persona es el encuentro con el otro, un encuentro verdadero que reivindica nuestro carácter personal. Creados, por amor, a imagen y semejanza de Dios, nuestra plenitud se da en el vínculo de amor con los demás. Y, de todos los vínculos personales, el del amor comienza por la seducción. Dios es un misterio que nos atrae, nos enamora, un enigma que queremos desentrañar, aunque seamos conscientes de nuestra finitud. En suma, Dios nos seduce para que nos acerquemos a Él, y para que lo amemos.

Aquí es donde la seducción, verdadera y profundamente entendida, juega su rol. Nos permite replicar el misterio divino, buscando conocer al otro motivados por la persona que hay detrás de las miradas, las sonrisas, las palabras. Ya no son las partes las que tienen preponderancia sobre el todo. Los gestos aislados, en sí, son estériles si el objetivo no es el encuentro personal con el otro. Ahora lo que importa es otro cuya dignidad no puede ser cuantificada ni calificada.

¿Cómo se hace, en un mundo como el de hoy, para vivir este tipo de seducción? Los consejos, bienintencionados o no, son siempre los mismos. “Poné primera”, te dice una amiga. “Si no sos vos, es otra”. Como si el encuentro con el otro, el vínculo que hace eco en la Trinidad divina, fuera una competencia. Quién da más, quién muestra más, quién devela más rápidamente su propio misterio personal. Nos transformamos en partes, que exponemos desvergonzadamente, y olvidamos que es el misterio el que nos lleva a descubrir al otro, y es el descubrimiento del otro el que nos enamora.

Flor Bazet, Lic. en Economía

florfbazet@gmail.com

1 comentario

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Una respuesta a “Poné primera

  1. Sylvia

    Excelente: Me gusto muchísimo y totalmente cierto

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